miércoles, 12 de enero de 2011

«Presiento que será un buen año.»

El año llegó casi sin darme cuenta y siguen igual, aunque ahora mucho más despacio, transcurriendo los días. Lo cierto es que me encantan las bienvenidas, el primer "hola" esperanzador que pasa a ser envenenado después por los "hasta luego" o en los casos más severos, los "adiós". La realidad se confunde entre tanto vaivén. Siento como... si todo el rato que no estoy haciendo algo que me haga sentir viva, todo eso que por pereza no suelo hacer, por cierto, fuera la única vez que cabría considerar del tiempo disponible que se disipa, una pérdida. Pero no me siento triste, sólo derrochadora de un bien escaso. Como se derrocha el dinero, como se malgasta el agua, como se desperdician las lágrimas, como se desaprovecha la alegría... Qué barato es quejarse y qué bien se me da no hacer nada.


Tengo una lista pendiente del año pasado. De mis doce propósitos pocos se cumplirían, no me atrevo a mirarlos. Este año, estamos a doce y no tengo esos doce todavía. Creo que me da pereza pensar, que tengo tal pereza que se me han olvidado hasta mis costumbres. Me siento menos cansada que antes pero más cansada que cuando estoy... contigo. Y logro saltar, reír, cantar, bailar... Emocionarme. No consigo caerme en gracia yo sola, porque no es lo mismo esto que aquellas "cosas".

Me hubiera querido quedar totalmente ciega, nada sorda y un poco menos muda pero obtuve a cambio dos besos de despedida y, algo más tarde, vuelta a la soledad rodeada y la rutina. Pero en realidad sigo ahí, sigues aquí y lo demás sigue siendo secundario.

Regálame algún suspiro.