viernes, 16 de septiembre de 2011

«No somos libres.»

No somos libres. Buscamos agradar, seguir estúpidas normas sociales que reprimen nuestros verdaderos impulsos; somos auténticos presos de la cárcel del convencionalismo. Nos sentimos responsables, adecuados, inherentes, dentro del círculo de la sociedad... Pero tales círculos no existen; estamos dentro de espirales en las que nos perdemos una vez hemos llegado al final de la línea curvada que antaño empezamos a andar. No somos parte de nada aunque así lo sintamos. Todo es una pantomima, un trozo de tela deshilachada que se va debilitando hasta que el peso de la falsedad logra dejarnos caer.

Todo es hipocresía. No sufrimos empatía, experimentamos el verdadero dolor y la verdadera alegría realmente sólo por la parte propia.Todo son bailes de etiquetas, falsa cordialidad. Mentiras piadosas y gestos egoístas disfrazados de simpático altruismo. Pisar la mano que te apoyó ayer por un capricho de hoy es el lema de muchos. Sugerimos, es más, obligamos a aceptar como normales ciertos patrones de conducta que, realmente, a nuestros ojos, no lo son y criticamos la invalidez de las normativa propia respecto a la colectiva. Somos la colilla olvidada del cigarro de nuestros deseos que se va consumiendo por el soplido de una boca ajena.

Se está tan bien viviendo una mentira... No somos libres y hacen falta muchos presos haciendo fuerza para romper un solo barrote. No somos libres para empezar a serlo.


sábado, 2 de julio de 2011

«Función cero.»

Se apagaron todas las luces que quedaban encendidas. Me quedo a oscuras, tentando a la suerte, arriesgándome con cada paso que doy, y ocurre lo impensable. Colisiono contra mí misma fuerte, muy fuerte, sin piedad, hasta caer en picado, pero físicamente sigo en pie, como si nada, como si todo esto no fuera más que una historia inventada, otro cuento sin final. 


Mi corazón tiene un nuevo mordisco y cuando mi impaciencia, llena de barbarie, lo acaricia sin descanso, se irrita aún más y... es como si fuera muriendo lentamente, se me va secando como ocurre con las flores que se marchitan.


Creo que tengo la suerte de ser yo quien mira todo a mi alrededor, pero si mi alrededor me observase con los ojos con los que yo veo... 




El verde siempre ha sido el color que me hace cerrar los ojos.

jueves, 2 de junio de 2011

«Llantos mágicos.»

Ya no hay más tormentas solares, de momento. Me moría de ganas de sonreír con fuerza, me mataba el no poder demostrar que podía llorar de alegría. Pero llegados al punto clave, lo hice. He llorado con notas que apuntaban acordes felices en cada lágrima. La presión desató mis dudas y acabó purificándome, dándome un aire nuevo, esperanzador. El cielo abriéndose por fin ante mí y yo empañando el paisaje de la emoción. Mis ojos podrían haber cegado al mismo sol al tiempo que se encharcaba mi, ya pasada, angustia.


Lo más mágico de una llorera feliz es poder comprobar que, mediante un abrazo, eres capaz de contagiar tu mismo sentimiento en otra persona casi totalmente ajena a la situación. Y eso también lo he logrado. Realmente maravilloso, único. No hay otra palabra que lo describa mejor: mágico.

viernes, 20 de mayo de 2011

«Tormenta solar II.»

Sé que no sonará raro, porque es más sencillo estar asustada que no estarlo en un momento así, pero quiero confesar que estoy embargada. El miedo y la angustia me están quitando todas mis cosas, incluso mis pertenencias futuras. Me estoy quedando sola, sin nada. ¿Y qué se hace ante tal vacío? Mi voz resuena entre las paredes y hasta si se me escapa una lágrima se oye el eco de la gota colisionando contra el piso.


Las canciones que recuerda mi cabeza están hechas para sacarme las tripas de manera que me vea en la obligación de tener que volver a derramar lágrimas que no cicatrizan con su sal. Los consejos que me dan los tengo que vender para poseer algún tipo de fuerza o esperanza real que llevarme a la boca y que alimente de veras. ¡Qué vergüenza! No poder demostrar que también sé llorar de alegría...




Memento mori.

viernes, 18 de marzo de 2011

«El tono más violeta.»

Todas las palabras que se mueren por salir acaban siendo el rescoldo de un suspiro malsonante. Las caricias que resbalan de mi propia mano me parecen cada vez más hirientes, sangran en exceso las contiendas, bañan de recelo el corazón. 


El pelo escapando entre los dedos, arrebatado por el viento. No sé explicar el sentimiento que aparece al elegir un matiz que estropea el color. Tal vez llorando sueños se despierte la razón.

miércoles, 16 de febrero de 2011

«Debo poner un título.»

Tengo la cabeza llena de basura.
Mi alma repiquetea en los pomos de puertas ajenas. 
Hay palabras fáciles en mi boca que mi garganta no consigue tragar.
Podría saltar a la luna, podría morder las estrellas.
Tengo el corazón de un poeta y soy un mendigo de las palabras. 
Estoy aquí, en penumbra, repitiéndome, danzando con los colores, mezclándome con lo simple, volviéndome normal.
Quiero dejar de soñar. 
Tengo la cabeza llena de basura.

miércoles, 12 de enero de 2011

«Presiento que será un buen año.»

El año llegó casi sin darme cuenta y siguen igual, aunque ahora mucho más despacio, transcurriendo los días. Lo cierto es que me encantan las bienvenidas, el primer "hola" esperanzador que pasa a ser envenenado después por los "hasta luego" o en los casos más severos, los "adiós". La realidad se confunde entre tanto vaivén. Siento como... si todo el rato que no estoy haciendo algo que me haga sentir viva, todo eso que por pereza no suelo hacer, por cierto, fuera la única vez que cabría considerar del tiempo disponible que se disipa, una pérdida. Pero no me siento triste, sólo derrochadora de un bien escaso. Como se derrocha el dinero, como se malgasta el agua, como se desperdician las lágrimas, como se desaprovecha la alegría... Qué barato es quejarse y qué bien se me da no hacer nada.


Tengo una lista pendiente del año pasado. De mis doce propósitos pocos se cumplirían, no me atrevo a mirarlos. Este año, estamos a doce y no tengo esos doce todavía. Creo que me da pereza pensar, que tengo tal pereza que se me han olvidado hasta mis costumbres. Me siento menos cansada que antes pero más cansada que cuando estoy... contigo. Y logro saltar, reír, cantar, bailar... Emocionarme. No consigo caerme en gracia yo sola, porque no es lo mismo esto que aquellas "cosas".

Me hubiera querido quedar totalmente ciega, nada sorda y un poco menos muda pero obtuve a cambio dos besos de despedida y, algo más tarde, vuelta a la soledad rodeada y la rutina. Pero en realidad sigo ahí, sigues aquí y lo demás sigue siendo secundario.